Anticuerpos y su función de defensa en nuestro organismo

Seguramente, la función más compleja de entre todas las del organismo humano, es la inmunidad. En la defensa inmunológica se ponen en funcionamiento numerosos elementos que deben coordinarse de manera perfecta entre sí. En este complejo panorama de la respuesta inmune, los anticuerpos emergen, sin duda, como actores centrales, desempeñando un papel esencial en la protección del organismo contra agentes patógenos.

¿Qué son los anticuerpos?

Para poder entender el complejo entramado de la inmunología, la comprensión detallada de la función de los anticuerpos resulta imprescindible. En este artículo se abordará el papel de los anticuerpos en la respuesta inmunitaria, destacando su gran complejidad y su relevancia en la defensa frente a enfermedades infecciosas.

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Estructura de los anticuerpos

Los anticuerpos, químicamente hablando, son inmunoglobulinas. Se trata de proteínas específicas elaboradas por los linfocitos B. Estas proteínas son los pilares de la respuesta inmunitaria adaptativa y desempeñan una función crucial en el sistema de defensa del organismo contra patógenos como bacterias, virus y parásitos.

La estructura de los anticuerpos se caracteriza por su complejidad.

Están compuestos por cuatro cadenas de aminoácidos dispuestas en una configuración de “Y” y unidas por puentes disulfuro. De las cuatro cadenas, dos son denominadas cadenas H por ser más pesadas y son idénticas entre sí. Están situadas en la porción troncal de la “Y”, se denominan regiones constantes y determinan el tipo de inmunoglobulina (G, M, …). En cada brazo de la “Y” hay además una cadena ligera o cadena L que exhibe regiones altamente variables lo que permiten el reconocimiento y la unión específica a antígenos, es decir a aquellas moléculas no propias que son capaces de desencadenar la respuesta inmunitaria.

En conjunto, la estructura altamente organizada de las inmunoglobulinas refleja su adaptación evolutiva para cumplir funciones esenciales en el sistema inmunológico. La combinación de regiones variables y constantes permite una respuesta inmunológica eficaz y específica, siendo crucial para la defensa del organismo contra las amenazas de los distintos patógenos.

¿Dónde se producen los anticuerpos?

La producción de anticuerpos ocurre principalmente en los órganos linfoides, que constituyen un intrincado sistema distribuido por todo el organismo. Los órganos linfoides primarios son la médula ósea y los ganglios linfáticos y se consideran órganos secundarios al bazo o las amígdalas.

  • Médula Ósea. La médula ósea está ubicada en los huesos largos y planos, actúa como la principal fábrica de células sanguíneas, incluyendo los linfocitos B, productores de inmunoglobulinas. Los linfocitos B maduran en la médula ósea antes de ser liberados al torrente sanguíneo. Aquí, estas células B experimentan procesos de selección y reorganización génica que les permiten expresar anticuerpos específicos para reconocer los posibles antígenos.
  • Ganglios Linfáticos. Los ganglios linfáticos son nodos que se encuentran distribuidos a lo largo de toda la red linfática. Funcionan como centros de encuentro para los linfocitos B y T, así como para antígenos provenientes de tejidos periféricos. La interacción entre células B y antígenos en los ganglios linfáticos desencadena la activación de las células B y su diferenciación en células plasmáticas productoras de anticuerpos. Este proceso de activación y diferenciación se acompaña de la generación de memoria inmunológica, que proporciona una respuesta más rápida y efectiva en futuras exposiciones al mismo antígeno.
  • Tejidos Linfoides Secundarios. Además de la médula ósea y los ganglios linfáticos, otros tejidos linfoides secundarios, como el bazo y las amígdalas, también contribuyen a la producción de anticuerpos. El bazo, por ejemplo, alberga reservorios de células B y T, facilitando la respuesta inmunitaria ante antígenos circulantes en la sangre.

Tipos de anticuerpos

Dependiendo de cuál sea la secuencia de aminoácidos de las cadenas pesadas situadas en el tronco de la estructura de la inmunoglobulina, existen cinco categorías principales de anticuerpos: IgA, IgD, IgE, IgG e IgM, cada una con funciones y distribuciones específicas en el organismo.

Inmunoglobulina G (IgG)

La IgG es la más abundante, pues constituye el 75-80% de todas las inmunoglobulinas, desempeña un papel crucial en la inmunidad adquirida. Su presencia en sangre y tejidos asegura una defensa a largo plazo contra infecciones bacterianas y virales.

Inmunoglobulina A (IgA)

Ubicada principalmente en secreciones mucosas como saliva, lágrimas y leche materna, la IgA juega un papel fundamental en la inmunidad derivada de las mucosas. Su presencia estratégica protege las superficies mucosas contra patógenos y la variante presente en la leche materna proporciona inmunidad pasiva al neonato.

Inmunoglobulina M (IgM)

Interviene en la primera línea de defensa. la IgM está presente predominantemente en la sangre y desempeña un papel crucial en las respuestas inmunológicas iniciales. Su estructura pentamérica la hace especialmente eficiente en la neutralización de patógenos.

Inmunoglobulina D (IgD)

Aunque se encuentra en concentraciones relativamente bajas, su presencia en la superficie de los linfocitos B es esencial para la activación de estos durante la respuesta inmunológica. Su papel específico aún no se conoce totalmente.

Inmunoglobulina E (IgE)

Implicada en respuestas alérgicas y en la inmunidad contra parásitos. La IgE se presenta en pequeñas cantidades en la sangre. Su incremento durante reacciones alérgicas desencadena la liberación de mediadores de la respuesta alérgica, como la histamina.

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¿Cómo actúan los anticuerpos en el organismo?

La capacidad de los anticuerpos para identificar antígenos constituye un aspecto fundamental de su función. Esta capacidad deriva de la diversidad en las regiones variables de sus cadenas. Al encontrarse con un antígeno específico, los anticuerpos se adhieren a él de manera selectiva, marcándolo para su eliminación por otros componentes del sistema inmunológico.

Una función vital de los anticuerpos es la neutralización de patógenos. Al unirse a los antígenos, los anticuerpos pueden obstruir su capacidad para infectar células huésped. Además, facilitan la fagocitosis al adherirse a los patógenos, proceso conocido como opsonización. Esta marcación eficiente permite a los glóbulos blancos reconocer y destruir los invasores de manera más efectiva.

Además, tras el primer contacto con un patógeno, los linfocitos B pueden transformarse en células de memoria, conservando información sobre el antígeno. Esto posibilita una respuesta más rápida y eficaz en encuentros futuros con el mismo patógeno, proporcionando una protección a largo plazo.

El papel de los anticuerpos en la memoria inmunológica es fundamental para el funcionamiento de las vacunas. Las vacunas estimulan la producción de anticuerpos específicos contra patógenos particulares sin inducir la enfermedad. Esta inmunización artificial confiere al organismo la capacidad de combatir rápidamente patógenos en casos de exposición real.

Otro punto interesante en el que intervienen los anticuerpos es el de la inmunidad pasiva, es decir, la transferencia de anticuerpos de una persona a otra como ocurre a través de la leche materna, rica en anticuerpos. Esta transferencia otorga inmunidad específica inmediata al recién nacido. Otro ejemplo de inmunidad pasiva es el que ocurre tras la administración de sueros con anticuerpos específicos que puede utilizarse terapéuticamente en determinadas situaciones, proporcionando protección temporal contra infecciones.

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Conclusiones

En el ámbito de la inmunología, los anticuerpos representan elementos fundamentales en la respuesta inmunitaria, desempeñando un papel crucial en la protección del organismo contra patógenos. Su capacidad para reconocer y neutralizar agentes nocivos es un punto fundamental para toda la respuesta inmune.

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Dra. M. Magdalena Mejias Moreno
Licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente trabajo como Gerente dentro del departamento Médico en Laboratorios Heel España y soy autora de artículos en revistas y blogs y he escrito algunos libros de divulgación científica sobre nutrición y salud.
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