¿Cómo afecta la deshidratación a la estructura de la piel?

La estructura de la piel es sumamente compleja. Las tres capas principales: epidermis, dermis e hipodermis tienen características diferenciadoras pero, a la vez, se interrelacionan para conseguir una función adecuada de la piel. Y es que la piel no es sólo una funda o un elemento estético. Es cierto que nos relaciona con el exterior, nos conecta con nuestro entorno, pero además tiene funciones relacionadas con el sistema endocrino, nervioso e inmunológico y es fundamental para regular la temperatura interna del cuerpo.

Las células que conforman cada una de las capas, necesitan mantener un grado de hidratación adecuado, además, la piel participa en el metabolismo hídrico, controlando la pérdida de agua transepidérmica. En este artículo, hablaremos de la importancia del agua para lograr una piel perfecta, tanto en el aspecto funcional como en el estético. También analizaremos las alteraciones que pueden presentarse en una piel deshidratada y las señales de alerta a tener en cuenta.

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Las capas de la piel

La piel está compuesta por tres capas que, de más superficial a más profunda se denominan epidermis, dermis e hipodermis.

La hipodermis se llama también tejido subcutáneo y está formada básicamente por células con contenido graso. Tiene una función metabólica como almacén de grasa, pero también de protección frente al frío o a los traumatismos.

La dermis es la zona de la piel donde se encuentran los vasos sanguíneos y las terminaciones nerviosas. También se encuentran las glándulas sebáceas y sudoríparas. Está formada fundamentalmente por tejido conjuntivo y es donde se encuentran todas las estructuras de soporte de la piel.

La epidermis es la estructura de la piel o la capa más externa de la piel, está formada por tejido epitelial. Presenta varios tipos de células: las células estructurales o queratinocitos, los melanocitos, responsables de dar color a la piel, así como células inmunes y nerviosas.

Los queratinocitos

Vamos a centrarnos en los queratinocitos. Estos a su vez forman 5 capas distintas, que en realidad son fases evolutivas; es decir, las células más jóvenes de la epidermis se encuentran en la capa más profunda, pegadas a la dermis; según estas células van envejeciendo, van ascendiendo, a la vez que otras células nuevas van naciendo y apareciendo en las capas basales.

Los queratinocitos suben de nivel según envejecen, pero además se van cargando de queratina. La capa más superficial de la epidermis (capa córnea), está formada por queratinocitos llenos de queratina.

Pero ni siquiera la capa córnea está en contacto directo con el exterior, porque por fuera de esta capa celular se encuentra la película hidrolipídica, es decir una emulsión de agua y lípidos formada por secreciones de las glándulas sudoríparas y sebáceas que actúa como una barrera adicional frente a bacterias y hongos y mantiene la humedad natural de la piel, así como el pH ligeramente ácido (entre 5.4 y 5.9).

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La importancia del agua para una piel sana

La hidratación adecuada es fundamental para el buen funcionamiento de las células de la piel. El agua actúa como un transportador de nutrientes hacia las capas más profundas, lo que contribuye a la regeneración y renovación celular cutánea.

Además, el agua ayuda a eliminar toxinas y residuos acumulados en la piel.

Concretamente, en la capa córnea debe haber entre un 10 y un 15% de agua, de manera que si esta proporción baja del 10% se habla de piel seca o xerosis. Esta sequedad en la piel hace que haya más descamación y por tanto una pérdida más rápida de la capa córnea; se pueden producir grietas con el consiguiente riesgo de entrada de microorganismos que pueden producir infecciones, así como aparición de eccemas y otras afecciones de la piel; el aspecto es más apagado, más frágil; cambia la textura y pueden aparecer síntomas como el picor o la sensación de escozor.

Pérdida de agua transepidérmica

La pérdida de agua transepidérmica puede afectar seriamente la salud y apariencia de la piel. Este fenómeno se refiere a la evaporación del agua a través de la epidermis.

El proceso de pérdida de agua transepidérmica es normal, en condiciones normales, pero la capa hidrolipídica evita que la humedad se escape en exceso.

Sin embargo, diversos factores pueden alterar esta barrera, permitiendo una mayor pérdida de agua: el hecho de ser mujer predispone a una mayor pérdida de agua a través de la piel, puesto que la piel femenina es más fina que la masculina; la edad, pues el envejecimiento condiciona una pérdida de agua a nivel general y también en la piel; el efecto de algunas sustancias, como el alcohol o el tabaco o por algunos medicamentos como diuréticos o laxantes.

El ambiente externo también influye por supuesto, tanto el microambiente, es decir, las condiciones de humedad de la estancia en la que nos encontramos, como las condiciones generales, es decir el clima: se sabe que el cambio climático está afectando a la piel, pues cada vez estamos más expuestos a ambientes cálidos y secos.

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Alteraciones de la piel deshidratada: señales de alerta

La deshidratación de la piel puede tener efectos perjudiciales y manifestarse a través de diversas alteraciones cutáneas. Entre las señales de alerta más comunes se encuentran la sequedad, descamación, tirantez y cambios en la coloración, especialmente enrojecimiento.

La falta de hidratación adecuada puede afectar la barrera cutánea, debilitando su función protectora y permitiendo la entrada de agentes irritantes y microorganismos. Además, una piel deshidratada tiende a lucir opaca y sin vida, lo que puede contribuir a la aparición prematura de arrugas y líneas de expresión.

Es importante estar atentos a estas señales y tomar medidas para restaurar el equilibrio hidrolipídico de la piel. El uso de productos hidratantes específicos, junto con una ingesta adecuada de agua, son clave para mantener una piel saludable y radiante.

Hidratarse por dentro y por fuera

La hidratación adecuada de la piel es fundamental para mantenerla saludable y con buen aspecto. Sin embargo, no solo se trata de aplicar cremas y lociones en el exterior, sino también de nutrirla desde el interior. Beber suficiente agua es esencial para mantener la hidratación de la piel, ya que ayuda a transportar nutrientes a las células cutáneas y eliminar toxinas.

Además, una buena hidratación interna contribuye a mantener el equilibrio hídrico de la piel y prevenir la sequedad y descamación.

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Consejos para mantener la hidratación de la piel

  • El más obvio: beber agua. Si al cuerpo no le damos agua, no puede disponer de ella y además, la poca que tenga la utilizará para los órganos imprescindibles para la vida, por lo que la piel, se quedará sin su parte.
  • Otro consejo complementario: “comer agua”. Es decir, tomar una dieta rica en agua, como la que nos ofrecen las frutas y las verduras.
  • Controlar la humedad exterior. El uso de humidificadores es un buen hábito, sobre todo cuando tenemos encendido el arie acondicionado o la calefacción.
  • No dañar la piel, sobre todo atención a los geles y jabones. Deben respetar el pH ácido natural de la piel.
  • No frotar con las toallas al secar la piel, mejor con pequeños golpecitos, e incluso no pasa nada por dejar algo de humedad.
  • Después de la ducha, con la piel aún húmeda, aplicar un buen emoliente. Existen muchos principios activos que pueden ser útiles en este sentido, por citar alguno, podemos decir que existen emolientes con algunos extractos vegetales como cardiospermum o extracto de grosellero negro que proporcionan además un alivio del picor.
  • Aplicar cremas hidratantes en las zonas más secas. También aquí disponemos de muchas soluciones, son clásicas las cremas con urea, pero también son muy utilizadas por su eficacia, las que contienen ectoína, una proteína derivada de algunas bacterias que tiene un efecto antiinflamatorio y antipruriginoso, además de impedir la pérdida de agua transepidérmica.

Resumen

En resumen, mantener la piel adecuadamente hidratada es fundamental para su salud y apariencia. Hay que recordar que cada persona es única y que los productos y rutinas que funcionan para unos pueden no funcionar para otros. La clave está en escuchar a la propia piel, observar sus necesidades y adaptar los cuidados en consecuencia y por supuesto, consultar con un profesional sanitario ante cualquier duda.

No hay que olvidar que nuestra piel nos protege y nos muestra al mundo, por lo que merece toda nuestra atención y cuidado así que merece la pena adoptar aquellos hábitos saludables que promuevan su bienestar a largo plazo.

Referencias
https://www.elsevier.es/es-revista-farmacia-profesional-3-pdf-X0213932415344801
Dra. M. Magdalena Mejias Moreno
Licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente trabajo como Gerente dentro del departamento Médico en Laboratorios Heel España y soy autora de artículos en revistas y blogs y he escrito algunos libros de divulgación científica sobre nutrición y salud.
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