Los trastornos del sueño como factor de riesgo de obesidad

La obesidad constituye actualmente una auténtica epidemia en los países desarrollados. La aparición de la obesidad no sólo está relacionada con una ingesta inadecuada de alimentos o con una falta de ejercicio. Otros factores influyen también de manera importante en el aumento de peso.

Uno de esos factores es, según numerosos estudios, la falta de descanso y los trastornos del sueño. Por tanto, hablaremos de la relación que existe entre sueño y obesidad.

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Ciclos de la naturaleza

Analicemos cuál es nuestra forma de vida y cómo ésta puede estar influyendo en el sueño y metabolismo. La frase “trabajar de sol a sol” no sólo tiene la implicación de muchas horas de trabajo, sino que en ella subyace la adaptación de nuestra vida a los ciclos de la naturaleza.

Lo que quiere decir esta expresión es que los agricultores trabajaban mientras que había luz y descansaban cuando caía la noche. Esto hacía que la duración de la jornada de trabajo fuera diferente en invierno o en verano. En nuestra sociedad lo hacemos al revés. Decidimos cuál es nuestro horario de trabajo y cambiamos las condiciones externas.

Si ya es de noche encendemos la luz. Si es invierno y hace frío ponemos la calefacción y estamos en manga corta. Si es verano, como hace calor, encendemos el aire acondicionado y estamos en la oficina con una chaqueta.

Alguien podría pensar: “Bueno, para eso está la tecnología, para doblegar a la naturaleza a nuestra conveniencia”. ¡Error! La naturaleza siempre va a seguir su curso y, como parte de ella que somos, nos va a pasar factura si pretendemos cambiar nuestros ciclos.

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Ciclo sueño-vigilia: influencia en el sistema endocrino

Nuestro reloj interno siempre está funcionando y, lo queramos o no, está siempre sincronizado con el exterior. El ciclo de sueño-vigilia también influye directamente en el sistema endocrino.

Durante la vigilia el cuerpo tiene que estar preparado para la actividad física, el gasto de energía y el consumo de agua y alimentos. Por la noche, además del sueño, deben desarrollarse otras funciones como la reparación de tejidos y la síntesis de proteínas.

Durante el sueño se segregan melatonina, somatotropina, prolactina y leptina entre otras hormonas. Mientras que durante el día predominan las orexinas, la TSH, el cortisol y la grelina. Alterar el ciclo circadiano produce cambios en la secreción de estas hormonas y, por lo tanto, en su normal funcionamiento.

 

Hormonas del apetito

De las hormonas mencionadas, las que más directamente tienen que ver con el apetito son la leptina y la grelina. La leptina produce sensación de saciedad, que es lo deseable durante el sueño. Mientras que la grelina genera sensación de hambre, lo que favorece la alimentación durante el día.

Si el paciente permanece despierto más horas, la secreción de leptina disminuye y aumenta la de grelina, incitando al paciente a comer más para satisfacer su hambre. Pero estas hormonas no son independientes, están relacionadas en el hipotálamo con otras hormonas y neuropéptidos.

En concreto, hay que destacar el papel que tienen las orexinas en la relación entre alteraciones del sueño y ganancia ponderal. Las orexinas o hipocretinas son dos neuropéptidos que tienen la función, entre otras, de conectar cerebro e intestino. Son secretadas tanto en el hipotálamo, como en el intestino, el estómago y el páncreas. Por tanto, tienen gran influencia en el control del apetito.

Además de estar muy relacionadas con lo que se denomina el eje cerebro-intestino. También están implicadas en la regulación del ciclo sueño-vigilia. Es por ello que su secreción aumenta durante la vigilia y disminuye durante el sueño, especialmente en el sueño REM.

Más horas de vigilia supone más horas de secreción de orexinas, que indirectamente tienen la capacidad de aumentar el apetito.

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Estudios que demuestran la relación entre sueño y obesidad

¿Realmente la alteración de los ciclos de sueño-vigilia se traduce en una mayor prevalencia de obesidad o sobrepeso? Pues según la mayoría de los estudios publicados, podemos decir que sí.

Empecemos diciendo que según estudios epidemiológicos, las horas de sueño en los países desarrollados han disminuido una media de hora y media a dos horas por día. Además, hay muchas personas que, por turnos de trabajo, tienen un ciclo cambiado. Es decir, duermen de día y desarrollan su actividad de noche.

En un estudio publicado en España en 2017 y que hacía referencia a los datos de la encuesta nacional de salud de 2012, se concluyó que existe una asociación positiva entre la jornada de trabajo irregular y el sueño corto, con la presencia de sobrepeso y obesidad.

Otros estudios avalan esta misma hipótesis y se ha demostrado que la reducción de las horas de sueño en pacientes sanos se correlaciona con un aumento del índice de masa corporal. Pero, también, con alteraciones en el índice glucémico por disminución de la sensibilidad a la insulina o en el metabolismo lipídico con aumento de LDL y TG y disminución de HDL.

Por qué existe relación entre poco sueño y obesidad

Las hipótesis sobre cuáles pueden ser los mecanismos que induzcan este aumento de peso en las personas con sueño corto son varias y seguramente todas ellas influyen:

  • Niveles bajos de leptina y altos de grelina. Ya lo hemos mencionado anteriormente. Las alteraciones en el ciclo circadiano producen cambios en la secreción de estas hormonas. Es por ello que aumenta el número de horas que la persona siente la necesidad de comer.
  • Oportunidad de comer. A más horas despiertos, más oportunidad de ingerir alimentos y, por tanto, de aumentar el ingreso calórico.
  • Cansancio. Si la persona duerme poco o mal, por el día va a estar más cansado, por lo que no va a querer hacer ejercicio. Y esto disminuye el gasto calórico.

La consecuencia final es que el paciente que no duerme tiene más hambre, más tiempo para comer y menos ganas de hacer ejercicio.

¡Pero no solo eso!

Dos apuntes más:

  • Por un lado decir que esto también ocurre en los niños. Es por ello que el control de la obesidad infantil también tiene que pasar por conseguir un sueño de calidad
  • Por otra parte, señalar que la obesidad aumenta la probabilidad de padecer trastornos del sueño, especialmente la apnea del sueño. Es por lo que en estos casos se produce un círculo vicioso que hay que romper en los dos sentidos.

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Recomendaciones higiénico-dietéticas de pacientes obesos

Por lo tanto, las recomendaciones higiénico dietéticas para un paciente con obesidad y sobrepeso no deben ceñirse únicamente a la dieta y el ejercicio, sino que es necesario contemplar otros factores como la calidad del sueño.

Al paciente obeso o con sobrepeso hay que preguntarle si duerme bien y de no ser así hay que hacerle recomendaciones para la higiene del sueño:

  • Mantener un horario regular de sueño (incluso los fines de semana)
  • Cuidar el ambiente de la habitación
  • No usar pantallas en la cama
  • Evita cenar de manera copiosa
  • No tomar excitantes 4-6 horas antes de ir a dormir
  • Hacer ejercicio físico regularmente pero no por la noche

Si es necesario pueden utilizarse sustancias que ayuden a regular los ritmos circadianos y a inducir el sueño como la melatonina.

Hay que darle al descanso el interés que merece. El sueño es algo más que la necesidad de dormir, es una función básica para la salud y acoplada con un reloj biológico que está regulando el resto de funciones del organismo.

Bibliografía
Chamorro, R. A., Durán, S. A., Reyes, S. C., Ponce, R., Algarín, C. R., & Peirano, P. D. (2011). La reducción del sueño como factor de riesgo para obesidad. Revista médica de Chile, 139(7), 932-940
Escobar, C., González Guerra, E., Velasco-Ramos, M., Salgado-Delgado, R., & Angeles-Castellanos, M. (2013). La mala calidad de sueño es factor promotor de obesidad. Revista mexicana de trastornos alimentarios, 4(2), 133-142.
Marqueta de Salas, M., Rodríguez Gómez, L., Enjuto Martínez, D., Juárez Soto, J. J., & Martín-Ramiro, J. J. (2017). Relación entre la jornada laboral y las horas de sueño con el sobrepeso y la obesidad en la población adulta española según los datos de la Encuesta Nacional de Salud 2012. Revista Española de Salud Pública, 91, 201703023.

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