Calidad del sueño | Factores que lo alteran

Probablemente cuando se habla de insomnio y otros trastornos del sueño se piensa en pacientes adultos y sobre todo en ancianos. Parece que se relaciona la infancia con el período en el que mejor se duerme. Pero esto no es siempre así. Hay ocasiones que la calidad del sueño no es tal en los niños, por lo que las consultas al pediatra se ven incrementadas.

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Trastornos del sueño en el niño

La prevalencia de trastornos del sueño en el niño es muy alta.

Hasta un 25-30% de las visitas al pediatra están relacionadas con algún problema del sueño.

Y, hasta en un 30% de los niños, puede haber alteraciones crónicas del sueño.

Es cierto que estas alteraciones en algunas ocasiones no son tales. Sino, más bien, la demanda por parte de los padres que, posiblemente por su inexperiencia, no saben distinguir lo que es normal y lo que no lo es. Y es por ello por lo que consultan al pediatra a este respecto.

En otras ocasiones no se trata de auténticos trastornos sino de alteraciones puntuales que tienen que ver con los cambios que se van experimentando en las distintas etapas. Y es que las necesidades y las características del sueño van cambiando del bebé al niño y de este al adolescente.

Otras veces son la consecuencia de unos hábitos inadecuados y solamente en un porcentaje no determinado de estas consultas, existe un auténtico trastorno del sueño.

Importancia de una higiene del sueño

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Es aceptado por todos los especialistas que el seguimiento de una buena higiene del sueño consigue que gran parte de los niños que sufren trastornos del sueño, mejoren de manera notable. Estos hábitos deben ser llevados a cabo de manera constante y con el ejemplo de los padres. Difícilmente el niño aceptará determinadas normas, si ve que sus padres no las siguen escrupulosamente.

Veamos a continuación qué normas o hábitos hay que seguir y cuáles son, por tanto, los factores externos que pueden afectar negativamente a la calidad del sueño del niño.

Preparación al sueño. “Apagado paulatino”

El cerebro no tiene un interruptor que podamos poner en posición on u off cuando queramos. Los estados de sueño y vigilia se suceden periódicamente día tras día. Sin embargo, la transición entre ellos no es brusca, sino paulatina. Igual que entendemos que si estamos profundamente dormidos y suena el despertador, no somos capaces de tener una actividad intelectual al 100% desde el primer segundo. Pues tampoco se puede hacer al revés.

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Es decir, no se puede estar con actividad física y mental completa y repentinamente mandar al niño a la cama y pretender que se duerma de inmediato. Se debe propiciar un ambiente de transición que facilite el sueño.

Por otra parte, la melatonina, que es la hormona del sueño, es imprescindible para inducirlo. Pero para que la epífisis la segregue, es necesario que no haya luz.

Por lo tanto, los factores externos que influyen negativamente en la preparación del sueño y conseguir una calidad del sueño son, entre otros:

  • Ambiente con luz y ruido antes de ir a dormir.
  • Utilización de pantallas luminosas que estimulan el nervio óptico y dificultan la secreción de melatonina.
  • Actividad física excesiva 1-2 horas antes de ir a dormir

 

Cama y habitación preparadas

Las condiciones del hábitat donde se va a dormir son muy importantes para mantener el sueño. Si la preparación se ha hecho bien, el niño conseguirá conciliar el sueño. Pero, si las condiciones no son las apropiadas en cuanto a luz, temperatura o espacio en la cama, el sueño se volverá inquieto y se producirán los despertares.

Hay que explorar que en el entorno del sueño no aparezcan los siguientes factores:

  • Temperatura excesiva. No se puede dormir con frío, pero aún menos con calor. Es muy común sobreabrigar al niño por temor a “que coja frío”. Esto hace que el niño sude y se destape y que tenga un sueño agitado.
  • Luz ambiente. Por supuesto la habitación tiene que estar a oscuras para dormir. Si no es así, se producirá una dificultad en la secreción de melatonina. Hay niños que piden dormir con una luz encendida para evitar los terrores nocturnos.Se puede mantener una pequeña luz encendida pero es muy importante que sea muy tenue e indirecta.Hay que tener cuidado con despertadores que emitan una luz brillante o con los led de televisiones o cargadores. Estos se mantienen encendidos toda la noche con una luz que puede alterar el sueño. También con juguetes de colores brillantes que puedan reflejar otras luces indirectas.
  • Espacio insuficiente en la cama. En niños pequeños es muy común que la cama se llene de juguetes y muñecos. A los niños les puede parecer agradable dormir con todos sus juguetes y para los padres supone una imagen muy bonita. Sin embargo no se puede exagerar y no dejar espacio suficiente al niño para moverse.Además, las aristas de los juguetes o las partes más duras de los muñecos pueden producirles lesiones. Si el niño se siente más confortable con “la compañía” de algún juguete se le puede permitir. Eso sí, siempre que no sea más de 1 o 2 y que sean de material blando para que no produzcan daños.

El efecto de una alimentación inadecuada

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La alimentación que el niño sigue a lo largo de todo el día es por supuesto fundamental para todas sus funciones. Pero, respecto a la calidad del sueño, lo que el niño ingiere a lo largo de la tarde y especialmente en la cena condiciona que se consiga un sueño reparador. O, por el contrario, un sueño inquieto.

Los hábitos que hay que explorar respecto a esto son:

  • Cantidad excesiva en la cena o tiempo demasiado corto entre esta y el momento de ir a la cama. Es cierto que con hambre no se duerme bien. Y, por supuesto, el niño no se puede ir a la cama sin cenar. Pero la cantidad excesiva de comida tampoco favorece la calidad del sueño. Además hay que tener en cuenta el tiempo que tiene que transcurrir entre la cena y el momento de ir a la cama. Si se fuerza a que la digestión se produzca mientras el niño está durmiendo, se puede producir reflujo, pirosis y dolor abdominal. Y esto, evidentemente, alterará el sueño.
  • Consumo de excitantes. Seguramente la mayoría de los padres tienen claro que los refrescos con cola son excitantes y tienen la precaución de no darlos por la tarde. Pero, también, es cierto que a veces ceden ante la insistencia del niño, diciendo aquello de “bueno, por un poquito, tampoco pasa nada”. El sistema nervioso del niño no sabe de permisividad o de “chantajes emocionales”. Y lo que está claro es que si se le da un excitante, simplemente, no va a dormir. Especial cuidado hay que tener con la costumbre, por fortuna cada vez menos extendida, de dar al niño un vaso de leche con cacao antes de ir a dormir. El cacao y el chocolate son excitantes y, por lo tanto, no son apropiados para tomar por la noche.

¿Y el agua?

  • Consumo excesivo de agua. Claro que el agua es imprescindible para la salud del niño. Pero, justo antes de ir a la cama, no es el momento de tomarla. Su ingesta producirá la necesidad de orinar y eso puede llevar a dos cosas. O bien que el niño se despierte, con lo que interrumpirá su sueño, o bien que tenga un sueño tan profundo que no consiga despertarse, por lo que se hará pis y entraremos en el problema de la enuresis.

El día sirve para preparar la noche

Los ciclos de sueño y vigilia están interconectados, de manera que un período afecta al otro y viceversa. Por eso, lo que se haga en general durante el día, afectará también al sueño. Para que el niño duerma de manera adecuada, habrá que tener en cuenta estos factores generales:

  • Ritmos de sueño irregulares. Los ciclos circadianos se ciñen a nuestro reloj interno. Si ese reloj va cambiando las horas, los ciclos se alteran y pierden su estructura. Los horarios de sueño irregulares son una garantía de un mal sueño. Es innegable que los fines de semana o las vacaciones requieren horarios distintos que durante la actividad escolar o laboral. Sin embargo, no pueden ser horarios muy distintos y es necesario conservar una cierta regularidad.
  • Siestas excesivas. En los niños pequeños la siesta es necesaria, pero como complementaria al sueño nocturno, nunca como sustituto de este. No se puede decir lo de: “pues si no duerme por la noche, por lo menos que duerma por el día”. Esta es la mejor forma de que nunca duerma por la noche y que se acabe convirtiendo en un adulto insomne.

Otros factores

  • Patologías que cursen con dolor. Si el niño presenta otitis o cólicos o cualquier otra patología que curse con dolor o molestias, el sueño no será posible. El tratamiento adecuado de estas patologías contribuirá a normalizar el sueño.
  • Asociar el sueño con un castigo. Nunca se debe castigar al niño a ir a la cama o a dormir. Porque sería en ese momento cuando dejaría de identificar sueño con una actividad relajante y placentera. Y es entonces cuando se producirá un rechazo.

¿Y si esto no funciona?

Todos estos factores deben ser explorados ante un niño que no duerme bien. Y, además, deben identificarse los hábitos inapropiados que puedan estar entorpeciendo la calidad del sueño.

Si a pesar de tener una higiene del sueño adecuada, se produce insomnio u otros trastornos, se debe acudir a un profesional de la salud. Este debe indentificar, valorar, diagnosticar y tratar el problema.

Algunas plantas como la plasiflora o la melisa o complementos como la melatonina, pueden ser de utilidad en el tratamiento de los trastornos del sueño en los niños y adolescentes.

Desde Microbiota y Bienestar nos tomamos muy en serio tu salud. Por este motivo no podemos hacer diagnósticos online, si tienes síntomas te recomendamos que recurras a un especialista. Gracias por leernos y comentar.