Inflamación del músculo tras el ejercicio

Un ejercicio mal entendido o inadecuado o excesivo para las condiciones de la persona, no pueda causar determinados daños, como puede ser la inflamación del músculo.

Todo esto hay que conocerlo y, en cualquier caso, resolverlo cuando se produzcan.

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Ejercicio físico

Todos tenemos muy claro que el ejercicio es beneficioso para la salud. Pero ¿podemos decir esto de una manera absoluta? Pues como casi todo en Medicina (y yo diría que en la vida en general), nada es totalmente blanco ni totalmente negro.

El ejercicio es beneficioso y los riesgos para la salud del sedentarismo están más que contrastados. Pero puede causar daños como la inflamación del músculo.

Hablar de ejercicio en general es no decir mucho. ¿Nos estamos refiriendo a la persona que camina 1 hora todos los días o al corredor de maratón? ¿Estamos hablando de deporte profesional, de deporte aficionado, de ejercicio pautado por un médico o un fisioterapeuta?

¿O, a lo mejor, nos estamos refiriendo a una actividad laboral que requiere de un esfuerzo físico para el que la persona no está preparada o lo hace en posturas inadecuadas?

Todo lo anterior, en términos estrictos, es ejercicio. Pero claro, las consecuencias de cada una de estas acciones sobre el organismo son totalmente distintas.

Desde luego que el tema podría ser muy amplio y con muchas derivadas, por eso nos vamos a centrar en un aspecto concreto.

En esta ocasión hablaremos del daño muscular inducido por ejercicio (Exercise-Induced Muscle Damage EIMD).

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Daño muscular inducido por ejercicio

El EIMD se asocia con dolor muscular, que puede ser inmediato. O, más comúnmente, dolor muscular tardío (Delayed-Onset Muscular Soresness DOMS) y con alteraciones de la función neuromuscular.

Conllevan una disminución de la capacidad para producir fuerza muscular, lo que se traduce en bajo rendimiento en el caso de los deportistas.

Sobre la aparición del daño muscular inducido por ejercicio, existen varías teorías. Probablemente, todas son ciertas y se trata de un fenómeno multifactorial.

Se han descrito dos fases fundamentales en la génesis de este proceso: un daño muscular primario y un daño muscular secundario.

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Daño muscular primario

El daño muscular primario o daño estructural se produce como consecuencia del estiramiento con carga del músculo. Esto hace que los sarcómeros se elonguen más allá de lo habitual.

En ese momento, los miofilamentos de actina y miosina pueden sobrepasar su punto de superposición, lo que lleva a la rotura del sarcómero.

Una teoría al respecto de porqué ocurre esto, es que no todos los sarcómeros tienen la misma longitud. Por ello, los más cortos pueden ser dañados en determinados movimientos.

Esta rotura afecta también a otras estructuras como la membrana del retículo sarcoplásmico, los túbulos T e incluso la membrana celular del propio miocito.

Esto se manifiesta analíticamente por el aumento en sangre de enzimas musculares intracelulares como la creatin kinasa, la LDH o la mioglobina.

La rotura de la membrana celular altera el intercambio iónico con el exterior. Y, por tanto, los procesos de despolarización y repolarización. Lo que disminuye así la función de la unión neuromuscular.

 

 

Daño muscular secundario

El daño muscular secundario o daño químico se produce como consecuencia del daño en las membranas.

El estiramiento de estas activa los canales iónicos mecanosensibles. Esto aumenta la concentración de calcio intracelular, tanto por entrada desde el espacio extracelular como por liberación desde el retículo sarcoplásmico.

El aumento de calcio produce una contracción muscular mantenida e inadecuada. Y es responsable de la tensión muscular que aparece en el EIMD.

Además, el daño celular inicia un proceso inflamatorio, con quimiotaxis para neutrófilos y macrófagos y aumento de citocinas inflamatorias, especialmente IL-1, IL-6 y TNFα y de radicales libres.

La inflamación muscular produce dolor y disminución de la función muscular, pero es necesaria para que a continuación se inicie la recuperación muscular.

La inflamación induce la activación de las células satélite que, al pasar del estado latente al activo, se reproducen y se diferencian hasta sustituir a los miocitos dañados.

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Qué provoca la inflamación del músculo

Como en el inicio del EIMD, existe siempre un estiramiento muscular, es fácil de entender que los ejercicios que más habitualmente producen este daño son los ejercicios excéntricos.

Es decir, aquellos en los que los extremos del músculo se alejan mientras se realiza la acción. O, dicho de otro modo. Se mantiene la contracción del músculo mientras se estira.

Esto ocurre, por ejemplo, al bajar escaleras, correr cuesta abajo o hacer sentadillas.

Este tipo de ejercicios, por producir una elongación del músculo, se emplean a menudo en el tratamiento de determinadas lesiones, para mejorar la fuerza y la elasticidad y para entrenar el alargamiento muscular.

Pero, cuando se realizan por encima del punto de estiramiento adecuado, pueden producir los fenómenos que hemos mencionado anteriormente.

No solo los profesionales del deporte padecen inflamación del músculo

No podemos dejar de insistir en que el EIMD no debe identificarse únicamente con deportistas. Muchas actividades laborales o lúdicas pueden producir también este mismo fenómeno.

Por ello es necesario poder identificarlo y, a ser posible, cambiar la postura o los hábitos del trabajador para evitar el dolor, la impotencia funcional y el absentismo laboral.

El tratamiento del EIMD es, sobre todo, preventivo. Hay que adecuar el ejercicio (sea deportivo, lúdico o laboral) a las condiciones del paciente.

Cuando el proceso ya se ha iniciado se utiliza la inmersión en agua fría. Y es porque parece que el aumento de temperatura facilita la degradación de la membrana.

Es importante recordar que la fase inflamatoria es necesaria para la reparación y recuperación muscular.

Por ello, hay que tender más a la regulación de la inflamación que a la antiinflamación. Y, en este sentido, existen productos tópicos que pueden ayudar en este sentido.

Volviendo al principio. Sí, podemos decir que el ejercicio es beneficioso. Eso sí, siempre y cuando se haga de la manera adecuada e identificando los posibles daños que puede producir, para actuar en consecuencia.

Referencias

https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=158953

https://ebuah.uah.es/dspace/bitstream/handle/10017/21262/TFG_Valenzuela_Tall%C3%B3n_2014.pdf?sequence=1

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