¿Se puede entrenar al sistema inmunitario?

Sabemos que podemos entrenar los músculos y el resto de las estructuras del aparato locomotor gracias al deporte. También el cerebro se puede entrenar mediante diversos ejercicios y actividades intelectuales. Incluso “entrenamos” las emociones o las respuestas al estrés.

Si podemos modificar todas esas funciones, contribuyendo a mantener el estado de salud ¿qué podemos hacer respecto al funcionamiento del sistema inmune? ¿Podemos entrenar el sistema inmunitario de alguna manera para que tenga una mejor respuesta frente a los agentes patógenos?

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Sistema inmune

Afortunadamente la respuesta es sí. De hecho, el propio sistema inmune se está autoentrenando desde los primeros momentos de vida, aprendiendo del contacto con agentes externos y modificando su respuesta según las necesidades.

Lo primero que hay que entender es que el sistema inmune no es únicamente un sistema defensivo. Es algo mucho más sutil y complejo. El sistema inmune tiene que discernir primeramente entre lo propio y lo ajeno. Respecto a lo ajeno, debe distinguir lo patógeno de lo que no lo es.

Función de tolerancia

Nuestro organismo no es un edificio fortificado que no deja pasar nada del exterior. Es un edificio inteligente con puertas que abren y cierran según las circunstancias; que se cierran cuando lo que pretende entrar es perjudicial, pero que se abren (función de tolerancia) para dejar paso a “los suministros”, es decir, los nutrientes, los medicamentos, el oxígeno, etc.

Esta función de tolerancia es la primera que comienza a entrenarse desde los primeros días de vida. El sistema inmune del bebé debe empezar a tener una buena relación con el exterior.

En este desarrollo de la respuesta tolerogénica juegan un papel fundamental las bacterias de la microbiota intestinal; bacterias beneficiosas, que el niño ha adquirido de la propia madre y que deben desarrollarse y proliferar en el intestino.

Estas bacterias probióticas desempeñarán a partir de este momento un papel fundamental en el desarrollo del sistema inmune, tanto en la función de tolerancia como en la defensiva, pues serán capaces de inhibir el desarrollo y crecimiento de bacterias patógenas en el intestino.

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Respuesta innata y respuesta adquirida

Cuando el sistema inmune ha determinado que algo que pretende entrar en el organismo es ajeno y además perjudicial, se pone en funcionamiento el sistema defensivo. Este se hace a través de la respuesta innata y de la respuesta adquirida o específica.

La respuesta innata es la inmediata, la inespecífica que se pone en marcha en primera instancia, independientemente de qué tipo de patógeno se trate. Como veremos más adelante, podemos contribuir con determinadas acciones a mejorar la respuesta inmune innata.

En cuanto a la adquirida, realmente su mejor entrenamiento es su uso. Sí aunque pueda dar un poco de miedo, lo mejor para tener un sistema inmune bien entrenado es tener algunas infecciones. Claro, hay que matizar esto.

En realidad de lo que hablamos es que superar, sobre todo en la infancia, infecciones banales es un muy buen entrenamiento para el sistema inmune. Cada vez hay más evidencias de que el sobreuso de antibióticos en la infancia, desde las primeras manifestaciones de la más leve y banal infección, consigue adultos con respuestas inmunes no adecuadas. Por supuesto que hablamos negativamente del sobreuso, no del uso adecuado de los medicamentos.

Pero yendo a lo cotidiano: ¿qué podemos hacer para entrenar el sistema inmunitario?

En la infancia

Se ha hablado mucho de los beneficios inmunológicos de la leche materna. Siempre que se pueda, la alimentación materna debe priorizarse sobre la artificial.

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En el adulto

Aquí hablaremos de tres pilares básicos: alimentación, ejercicio y control del estrés.

  • Alimentación. Ya hemos hablado de la importancia de la microbiota intestinal en el desarrollo y funcionamiento del sistema inmune. Además, existen una serie de micronutrientes que son imprescindibles para este sistema. Por lo tanto, la dieta debe constar de alimentos o complementos alimenticios ricos en:
    • Fibra. Puesto que la fibra tiene un efecto prebiótico. Es decir, favorece el desarrollo de las bacterias probióticas.
    • Probióticos. A partir de los alimentos fermentados o como complementos alimenticios.
    • Vitaminas A, E, C, B, D y oligoelementos como zinc, selenio y cobre. Podemos encontrarlos en muchos alimentos. Aquí destacaremos los vegetales, ricos en la mayoría de las vitaminas, especialmente ajo, cítricos o brócoli. Mencionaremos también al chocolate como un estupendo antioxidante y no dejaremos de señalar el alto contenido en zinc de los crustáceos. Por supuesto, cuando sea necesario o la dieta no lo aporte, se pueden utilizar los complementos alimenticios.
  • Ejercicio. Se ha demostrado que el aumento de la actividad física aumenta la actividad de los leucocitos y por otra parte, el aumento de la temperatura corporal que produce el ejercicio, dificulta el crecimiento bacteriano. Además, el ejercicio mejora la oxigenación y el oxígeno es necesario para el metabolismo celular, también por supuesto para el metabolismo de las células inmunitarias. Es cierto que el ejercicio intenso, por aumento del metabolismo del oxígeno, aumenta la producción de radicales libres, lo que puede producir el efecto contrario.
  • Control del estrés. La relación del estrés y el funcionamiento del sistema inmune está bien establecido en la psiconeuroinmunoendocrinología. El estrés crónico produce aumento de la secreción de cortisol, que actúa disminuyendo la acción del sistema inmune. Muchos estudios han demostrado ya la influencia negativa del estrés en la actividad linfocitaria. Las técnicas de relajación y de control del estrés mejoran la función defensiva. Por supuesto, un descanso adecuado y un sueño reparador son imprescindibles para conseguir esto.

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Conclusiones

Resumiendo, parece que los médicos siempre recomendamos una alimentación equilibrada, ejercicio físico, descanso adecuado y control del estrés. Con esto, pretendemos resolver cualquier problema que tenga el paciente. Pues es verdad.

Con estos pilares básicos conseguimos un estado de salud que va a manifestarse en todas y cada una de las funciones del organismo. En este caso, al hablar de cómo entrenar el sistema inmunitario, una vez más hemos tenido que apelar a estar normas básicas de salud, que han demostrado su influencia positiva en la defensa del organismo frente a posibles patógenos.

Referencias
http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0121-07932006000200007
http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-75312014000400011
http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-02892007000200001
https://www.researchgate.net/publication/304213161_El_impacto_de_los_micronutrientes_en_la_inmunidad_de_los_animales

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