¿Cómo afecta la luz azul de las pantallas a la piel?

La propia luz del sol contiene todas las longitudes de onda del espectro visible y, por tanto, también la luz azul.

De hecho, el 30% de la radiación que emite el sol en las horas de máxima visibilidad es luz azul. ¿Por qué la identificamos entonces con las pantallas?

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Luz y longitud de onda

La luz visible es parte del espectro electromagnético. Es la parte del espectro que el ojo humano consigue percibir.

Concretamente se trata del rango que comprende las longitudes de onda de 380 a 750 nm. Aunque puede haber personas que perciban algunas longitudes de onda por encima o por debajo de estas cifras.

Las distintas longitudes de onda las percibimos como colores. Las longitudes menores son las que corresponden a los colores fríos (violetas y azules) y las longitudes mayores las correspondientes a los colores cálidos (naranjas y rojos). En el centro del espectro se encuentran los verdes y amarillos.

Por fuera del rango visible se encuentran las radiaciones ultravioleta, con muy bajas longitudes de onda. Y las infrarrojas, con las longitudes más altas.

La luz azul o HEV (High Energy Visible) emite entre las longitudes de onda de 380 a 500 nm.

Pantallas y luz azul

Sin querer decir algo tremendamente obvio, siempre que vemos luz, es porque estamos recibiendo una emisión del espectro visible.

Por tanto, estamos recibiendo todo el rango de longitudes de onda. Decimos esto porque se habla de “la luz azul de las pantallas” como si la luz azul solo pudiera venir del mundo digital. Pero la identificamos con las pantallas porque estos dispositivos emiten un porcentaje alto de HEV, concretamente un 35% de su emisión.

Sin embargo, no debemos pensar únicamente en ordenadores, móviles o tablets, sino que debemos considerar en este grupo también las luces LED y los fluorescentes.

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Protección a la luz azul

Seguro que ahora nos surgen algunas preguntas ¿por qué nos preocupamos tanto últimamente de la luz azul de las pantallas? ¿Y por qué nos preocupamos de las pantallas y no del sol?

La respuesta a la primera pregunta seguramente tiene que ver con los confinamientos. Hemos tenido que pasar muchas horas metidos en casa y, por trabajo y por ocio, hemos aumentado mucho el uso de las pantallas.

La respuesta a la segunda pregunta es posible que tenga dos vertientes. Por un lado, no somos tan conscientes de las posibles consecuencias nocivas de la luz natural.

Por otra, hemos interiorizado muy bien la necesidad de protegernos de la luz solar, por lo que es común que salgamos a la calle con la protección correspondiente.

Sin embargo, si estamos dentro de casa o de la oficina, delante del ordenador, desde luego no pensamos en tomar ninguna medida de protección frente a las radiaciones electromagnéticas.

 

¿Es nociva la luz de las pantallas?

¿Nos tenemos que proteger? ¿Realmente es nociva la luz azul? Pues como casi todo en la naturaleza, ni bueno ni malo, dicho así de manera absoluta.

La luz azul como ya hemos dicho es parte del espectro visible y por tanto forma parte inseparable de éste. De manera aislada, se utiliza en dermatología para el tratamiento del acné y de algunas neoplasias.

El problema surge cuando tenemos un contacto excesivo con este tipo de luz; entonces puede afectar a la piel y a la vista.

En la retina se encuentran las opsinas, unas proteínas que se estimulan a distintas longitudes de onda y que son imprescindibles para la visión.

De estas opsinas, la tipo 3 es la que es sensible a la luz azul. Las tres opsinas deben recibir estímulos de manera equilibrada, si hay un exceso de luz azul, la sobreestimulación de las opsinas tipo 3 puede saturarlas y bloquear también la acción de los tipos 1 y 2.

Esta sobreestimulación es la que va a traer las consecuencias negativas a la vista pero también a la piel, y es que se ha descubierto que también existen opsinas en la piel, siendo además las de tipo 3 las que se encuentran más difusamente en la epidermis, tanto en los queratinocitos como en los melanocitos.

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La piel y la luz azul

El exceso de luz azul puede provocar distintos desórdenes en la piel:

  • Alteraciones del ciclo circadiano. Sí, desde el momento que sabemos que la piel contiene opsinas, entendemos que está sometida a cambios en los ciclos de luz/oscuridad. Si hay un exceso de luz azul, los ritmos circadianos se alteran, incidiendo negativamente en el sueño.
  • Deshidratación. La exposición a esta radiación altera la síntesis de algunas proteínas presentes en la piel, lo que aumenta la llamada “pérdida de agua transepidérmica” (TEWL).
  • Hiperpigmentación. La luz azul estimula a los melanocitos, que incrementan su producción de melanina lo que se puede manifestar con la aparición de manchas en la piel. Esto es más probable en las personas de piel más oscura.
  • Oxidación/envejecimiento. La luz azul produce especies reactivas de oxígeno, es decir, radicales libres. Lo hace en menor medida que la luz ultravioleta pero suficientemente como para producir envejecimiento en la piel. Además, la luz azul consigue penetrar más profundamente que la ultravioleta, hasta la dermis, por lo que puede afectar a la síntesis de colágeno y elastina.

¿Cómo podemos entonces protegernos de los efectos negativos de la luz azul?

En primer lugar con prevención:

  • Disminuyendo en lo posible el tiempo de exposición a pantallas y luces LED.
  • Utilizando filtros de luz azul en los dispositivos.
  • Activando el modo nocturno que tienen algunos teléfonos móviles, pues este modo emite menos luz azul y más luz amarilla.
  • Utilizando cremas con factor de protección. Las cremas solares están pensadas para protegernos de las radiaciones UVB y en algunos casos de la UVA, pero también pueden protegernos de la luz azul.

    Los óxidos de titanio o de zinc de estas cremas solares, cuando se encuentran en su estado pigmentario, han demostrado proteger de la luz azul.

    También lo hacen, en mayor medida los óxidos de hierro, pues el color anaranjado es el que más protege de la radiación azul, por ser colores complementarios.

    Cuando una crema solar absorbe el rango de la luz azul, lo refleja en el envase con la frase: “protección frente a la luz visible”.

Pero tenemos que tener en cuenta que…

Y cuando el daño ya se está produciendo o se ha producido, debemos tener en cuenta:

  • Seguir una dieta equilibrada. Las vitaminas C y sobre todo E, ayudan a combatir estos efectos nocivos. Ambas son antioxidantes, pero además, la vitamina E disminuye la síntesis de melanina, evitando la hiperpigmentación.
  • Hidratar muy bien la piel. Existen muchas cremas adecuadas para esto. Algunos ingredientes naturales como la ectoína son muy interesantes. La ectoína es una proteína que además de hidratar y reducir la pérdida de agua transepidérmica, protege del daño oxidativo.

Necesitamos la luz para vivir, tanto la natural que proviene del sol, como la de las pantallas, que se han incorporado ya de una manera imprescindible a nuestro modo de vida.

Sobre todo, debemos conocer los posibles efectos nocivos y así tomar las medidas oportunas para protegernos.

Referencias

Liebmann, J., Born, M., & Kolb-Bachofen, V. (2010). Blue-light irradiation regulates proliferation and differentiation in human skin cells. Journal of Investigative Dermatology, 130(1), 259-269.
Godley, B. F., Shamsi, F. A., Liang, F. Q., Jarrett, S. G., Davies, S., & Boulton, M. (2005). Blue light induces mitochondrial DNA damage and free radical production in epithelial cells. Journal of Biological Chemistry, 280(22), 21061-21066.
Regazzetti, C., Sormani, L., Debayle, D., Bernerd, F., Tulic, M. K., De Donatis, G. M., … & Passeron, T. (2018). Melanocytes sense blue light and regulate pigmentation through opsin-3. Journal of Investigative Dermatology, 138(1), 171-178.

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