¿Por qué hay “infecciones de verano e infecciones de invierno”? ¿El sistema inmunológico actúa de manera distinta frente al frío o frente al calor?
La respuesta a estas preguntas es bastante compleja, tanto como complejo es el sistema inmune, probablemente el sistema más complicado del organismo humano.
Enfermedad infecciosa
Empecemos por decir que sufrir una infección es “cosa de dos”. Efectivamente, para que exista una enfermedad infecciosa tienen que coexistir por un lado, un sistema inmunológico que no ha funcionado todo lo bien que debiera, pero por otro, y esto es claramente fundamental, tiene que existir un microorganismo (virus, bacteria, hongo) que cause la infección.
La cuestión es que los microorganismos, como seres vivos que son, requieren de unas condiciones ambientales concretas para su desarrollo y así, hay algunos de estos patógenos que se desarrollan y proliferan mejor en los meses fríos, como ocurre con la mayoría de los virus respiratorios. Mientras que hay otros, como por ejemplo la salmonella, que prefieren las temperaturas más cálidas.
Pero ese microorganismo que está “al acecho” para infectarnos y nosotros mismos, no vivimos aislados sin más, sino que existen múltiples circunstancias y, sobre todo, hábitos, que favorecen o dificultan la penetración de determinados virus y bacterias en el organismo.
Ejemplo
Por poner un ejemplo clarísimo, que siempre hemos sabido, pero que con el virus de la COVID hemos tenido muy presente: en invierno, el hecho de que vivamos en lugares más cerrados y con más gente, favorece la transmisión de los virus respiratorios.
Con la COVID sabíamos que la incidencia en primavera-verano bajaba porque las reuniones con amigos o familiares tendíamos a hacerlas en el exterior, con una distancia interpersonal mayor y por supuesto con una ventilación suficiente. Estas circunstancias hacían que al virus le resultara mucho más difícil “saltar” de persona en persona, mucho más, desde luego, que en invierno cuando las comidas familiares debían hacerse en el salón de casa, todos juntos y probablemente con poca ventilación.
En verano también hay otras circunstancias que favorecen a los patógenos, como el hecho de que viajamos más y nos ponemos en contacto con microorganismos para los que nuestro sistema inmune no está preparado.
Verano y sistema inmunológico
Pero centrémonos en lo que ocurre en el sistema inmunológico cuando está sometido a altas temperaturas ambientales.
Como decíamos al inicio, el sistema inmune es extremadamente complejo y su función se parece mucho más a una red que a una línea: quiero decir, cuando el sistema inmune se pone en marcha, las distintas acciones no ocurren secuencialmente, de manera lineal, sino que varios mecanismos se ponen en marcha simultáneamente y se van interconectando entre sí. Es por tanto muy difícil determinar lo que ocurre sólo en un momento o únicamente por un factor.
Estudio en ratones
Se ha publicado recientemente un estudio hecho en ratones, en el que se demostró que los ratones a los que se les hacía vivir a altas temperaturas tenían una respuesta inmunitaria deficitaria.
Esto abre una línea de investigación muy interesante. Pero, ahora mismo, nos tenemos que preguntar primero si el sistema inmune humano puede tener en este sentido una respuesta parecida o no a la de los modelos animales. Y, por otra parte, si acompañando al calor, no existen otros factores que son los que realmente actúan negativamente sobre el sistema inmune tanto o más que el propio cambio en la temperatura.
En el caso del experimento al que estamos haciendo referencia, se vio que los ratones a los que se sometió a altas temperaturas tuvieron alteraciones en el apetito, de forma que llegaron a reducir su masa corporal hasta en un 10%. Aquí cabe preguntarnos, si la disminución de la función inmune se produjo por un efecto directo del calor o por el efecto de la desnutrición que sufrieron estos ratones.
¿Y en los humanos?
Todas estas preguntas son muy interesantes y, de momento, siguen en el aire. En el caso del humano, sí sabemos que en invierno hay una mayor producción de citocinas inflamatorias, por lo tanto, la respuesta inmune está más dirigida hacia los fenómenos inflamatorios, pero también respecto a este hecho, nos podríamos hacer preguntas similares a las que hemos hecho antes ¿es el frío el que produce los cambios en la respuesta inmune o son hábitos o circunstancias relacionadas con esa estación del año?
«Típico día de verano»
Me levanto, he pasado una noche fatal, toda la noche sudando, dando vueltas y sin poder dormir. Cuando al fin suena el despertador me levanto más cansada de lo que me acosté, me voy a trabajar, allí discuto con mis compañeros de trabajo porque ponen el aire acondicionado a tope y yo que tengo la garganta muy sensible, lo paso fatal.
Salgo de trabajar con bastante dolor de garganta y me voy a casa. Qué pereza da cocinar en verano, ¡cualquiera pone el horno o enciende la placa!, nada, nada, me hago un sándwich o como cualquier cosa. Hace mucho calor para salir a la calle, así que me echo un poco la siesta y espero prácticamente a que sea de noche para quedar con mis amigos y nos tomamos unas cervezas y unas raciones y ya me voy cenada a casa….y otra vez a dar vueltas en la cama.
Pilares del sistema inmunológico
Alimentación rica y variada y un buen descanso. ¿Y esto dónde queda en el día veraniego que antes hemos descrito? Pues bastante lejos, desde luego. Y otra circunstancia más, aunque parezca mentira, durante el verano solemos tener un menor contacto con el sol, por las precauciones que todos conocemos, lo que hace que la síntesis de vitamina D, que es fundamental para el buen funcionamiento del sistema inmune, se vea disminuida.
¿Alteración del sistema inmunológico por el calor?
Así que, nos volvemos a hacer la pregunta que antes hacíamos: si el sistema inmune presenta alguna alteración en los meses más calurosos, el responsable ¿es realmente el calor o los cambios en alimentación y descanso que pueden acompañar al verano? Dejamos por el momento la pregunta sin resolver, pero sí nos sirve para una reflexión.
Si en los meses de verano no podemos librarnos del calor y, por tanto, de la posible afectación del sistema inmune por este factor, lo que sí podemos hacer es reforzar la inmunidad siendo muy cuidadosos con el resto de los factores. Por eso, nuestra recomendación es:
- Cuidado con los aires acondicionados, hay que procurar que no estén a muy baja temperatura, porque eso hace que las mucosas sean más vulnerables.
- Aunque sea verano, hay que alimentarse bien, respetando la variedad en los alimentos y los horarios más o menos regulares.
- Y si la alimentación es importante, es porque el intestino juega un papel fundamental. Y, hablando de intestino, siempre hay que mencionar a las beneficiosas bacterias de la microbiota intestinal. Los probióticos, en especial algunas cepas como el Lactobacillus Rhamnosus GG, han demostrado tener un papel beneficioso en el funcionamiento del sistema inmune.
Referencias
https://www.cdc.gov/nccdphp/dnpao/features/enhance-immunity/index_es.html
https://mejorconsalud.as.com/como-fortalecer-el-sistema-inmunologico/
https://centromedicoabc.com/revista-digital/como-funciona-el-sistema-inmunitario/
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